Este es mi espacio libre de pensamiento y expresión…
Para mí las palabras siempre fueron un recurso terapéutico al que eché mano desde muy niña. Me sucedía que a veces un par de palabras venías a mi cabeza y cuando tomaba lápiz y papel, mis pensamientos se perdían en un hilo infinito en el que perdía la conciencia y simplemente fluía.
Después entré en la carrera de comunicación social y en la antesala de la adultez. Esos lugares tenebrosos en los que uno termina por perder su esencia más pura para convertirse a la doctrina de los deberes establecidos social, moral y académicamente, para ser aceptado…. por una sociedad que terminará por premiar a quién tenga los huevos de salirse del camino y rebelarse en contra de las normas y expectativas ajenas.
Me dejé tragar por el trabajo, la rutina, relaciones tóxicas y las creencias siempre limitantes de lo que se suponía que debía ser y hacer para funcionar y para que todo vaya bien. Básicamente pare tener la vida normal que se supone que todo el mundo tiene. Llené mi tiempo de lo que otros esperaban de mí, de tareas que se suponía que me harían desarrollarme y crecer, tener mejor título, mejor empleo, tener más ingresos, casa propia, trabajo estable… y así sigue la lista a hasta donde llegue la imaginación.
Me dediqué a vivir según la norma..
Ahí fue cuando perdí mi capacidad de disfrutar y fluir en lo que verdaderamente me gratificaba el alma.. me olvidé de mis tantas cajas de pinturas y colores, pasé del lápiz a la tinta, convertí mis diarios íntimos en “to do list”… Básicamente me despedí de mi esencia y de mí ser.
Más tarde me tocó despedir para siempre a una de las personas que más iluminaban mi vida, cumplí 30, me despedí de dos de mis relaciones más tóxicas y llegó la pandemia para terminar de patear todo mi tablero. Y así quedé.. sola, en cuarentena, encerrada, sin trabajo y sin todo lo que se suponía que debía darme estabilidad y una vida normal.
En el medio de la tormenta empecé a re-encontrarme con algo de lo que era… un taller de arte intuitivo, algunas páginas escritas, un libro que me invitaba a ser artista a diario, el tiempo para observar las plantas de mi balcón, cuidar mis flores, descansar, leer, escuchar música, bailar sola, cocinar.. jugar por horas entre medio de papeles de colores, pinturas y pinceles.
Fueron meses de mucha incertidumbre pero también de mucha felicidad y disfrute. Desde ese entonces me prometí no volver a abandonar las cosas que me conectan con mi niña interior y con la artista que llevo dentro. Me prometí nunca más ceder ese, mi espacio y mi tiempo personal y privado en el que no le rindo cuentas a nadie ni a nada.
Claro que como adicta en recuperación, esos espacios y tiempos de artista se volvían difíciles de sostener como un hábito diario en la vida de alguien que, en algún punto, elige también formar parte del sistema y vive de lo que le gusta (todavía). Y así decidí empezar con lo mínimo viable, notas en el teléfono, algún que otro cuaderno o anotador físico, una cajita de acuarelas y algunas que otras tintas de colores.
Con el sueño de nómada digital, esto se volvía todavía un poco más complejo considerando la necesidad de alivianar cargas y cosas.
Y así es que nace este espacio personal de catarsis y flujo de ideas y pensamientos. Un poco para cumplirme esa promesa y otro poco para habilitarme el espacio para decir todo cuanto cruce por mi cabeza sin el juicio externo. Esto en materia de cosas de la vida, la profesión, política, fútbol o religión…
Quizás algún que otro día me surge compartirlo con el mundo. Quizás muere en el océano de contenidos digitales… quizás quién sabe donde el río acaba en el mar.
Lo más importante es que este es mi espacio, mi diván terapéutico y poco más…
PS: si estas notas llegaran a tus manos, es importante que sepas que mis pensamientos y sentimientos pueden confundirse muchas veces con las tinieblas de algún infierno o más de un síndrome de personalidad. Pero bajo ningún punto mis palabras buscarán convertirse en hechos hirientes para alguien más.. así como vienen se van, como un cuadro de epilepsia.